La señal de Javier Milei a los acreedores fue el mensaje central. Ruido por las previsiones de inflación, crecimiento, importaciones y retenciones. La omisión del cepo.
El discurso que realizó Javier Milei este domingo en el Congreso resultó una señal a los acreedores de que lo único garantizado es el superávit primario para pagar los intereses de la deuda de 2025 y no la presentación de un Presupuesto detallado. Más allá de que las dificultades que muestra el programa económico se centran más en la falta de dólares que en lo fiscal, el mercado celebró el guiño. Muchos economistas consideraron que el proyecto enviado luego al Parlamento tiene un espíritu similar a la alocución presidencial. Es que el texto mismo, además del clásico optimismo de las proyecciones macroeconómicas, abrió una serie de dudas y disparó numerosas advertencias sobre inconsistencias entre el escenario trazado y las pautas ingresos y gastos.
Los señalamientos van desde las previsiones de inflación del 18,3% interanual para fines de 2025, que implican un promedio mensual del 1,4%, hasta los dudosos motores para un repunte del Producto Bruto Interno (PBI) del 5%. Desde el descalce de la duplicación de lo recaudado por retenciones con las exportaciones estimadas y la tablita cambiaria hasta un rebote de la actividad que no se condice con las importaciones esperadas.
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